jueves, 3 de septiembre de 2009

El ritual de la Ayahuasca

Al anochecer, en el sur de Cali padecía del frio como el de una madrugada en Bogotá. Aquel día me he puesto la chaqueta roja, peinado con gel y me había echado la ultima gota de Hugo Boss, prácticamente, pensando en mi compañera Yeiny Sanchez.


Cuando llego a su apartamento en cañaverales 6, una unidad residencial un poco retirada de la ciudad, percibo un aliento a humo de fogón de leña y las luces estaban pagadas por orden del chamán. Al fondo de la sala , en una mesita de centro, había una veladora de dos colores.. rojo y amarillo. El humo de un tabaco, que flotaba hacia la ventana, reflejaba con la luz que entraba de los faros de la calle, le daba ala escena un toque de intimidación.
Sentí ganas de ir al baño, pero controlé mis esfínteres, cuando vi la sonrisa de Yeiny quien me repetía que siguiera y me sentara al lado de las cortinas de la sala, donde ella me había separado un lugar. Entonces tuve que adivinar el camino pensando en no pisar los pies atiborrados de los estudiantes de varias universidades que asistieron al ritual. En la sala, por lo menos éramos 20 personas, casi formando una flor recostados sobre el piso.
Yeiny me había invitado a probar el Yagé, porque ella estaba haciendo un documental de trabajo de grado y necesitaba extras en la escena con el chaman. Yo quería probar, dado que se había puesto de moda y me decían que el efecto tenía una gran dosis curativa ; Aunque el paciente no estuviera enfermo.

Me apretó la mano y me confesó su preocupación por la toma. Estaba nerviosa, ya que había visto a el chaman contemplar un tarro de fresca vena lleno de un liquido oscuro y espeso. Dijo que sentía miedo, porque sus compañeros le habían contado experiencias alucinantes y terribles en el baño. Don Jesús, el chaman o taita, irrumpió bruscamente con un sonajero hecho de un racimo de hojas secas. Empezó a masticar palabras, ininteligibles, balbuceaba esta en iniciación, parece que invoca al gran chaman; De pronto sentí que estaba al lado de una aficionada en el tema, ella quería explicarlo todo. Al lado de don Jesús estaba su ayudante Chamanica traída del Putumayo, ella una india robusta, empezó a llenar con agua del grifo un tarro, el cual tenia un descolorido aviso de una marca de shampoo. El taita dijo que ella era su esposa y que participaría del ritual.

La doña estaba vestida de una bata blanca con figuritas artesanales y hacia sonar un collar mientras caminaba entre nosotros. Se había soltado el cabello y tenia el aspecto de alguien que recién se levantaba de la cama. Yeiny se percato de que la cámara estuviera grabando y se acerco cariñosamente para advertirme que el efecto de la toma empezaría después de diez minutos, entonces uno a uno fuimos pasando hasta la mesita de centro para recibir los dos tragos de Yagé.

La estudiante de odontología trato de devolver el bocado y le toco mandárselo con enjuagazos. El estudiante de comunicación frunció el seño y se sostuvo la garganta como si tratará de ayudar con la deglución, el otro de ingeniaría parecía un experto, pues no dudo en el proceso y logro sentarse rápidamente a esperar el trance. Me fije en este ultimo y lo admire por su tranquilidad, luego hice lo mismo, trate de ponerme en su lugar y actué como si ya lo hubiera vivido.

Sin embargo, me incline hacia las cortinas y no tarde en sentirme extraño. Mire alrededor para confirmar que no era el único que estaba en esa situación, y, sentí que la sala daba vueltas, que me sometía a la suerte de la Ayahuasca.

Al fondo escuchaba claramente a don Jesús quien recitaba sus frases que antes yo no entendía. Los sentidos me llevaban a una excitación, a una aceleración de las palpitaciones que sobresaltaron mis venas, vi gusanitos de colores en mis ojos y que una imagen de un mosco gigante se acercaba amenazante. Seguidamente el sonido de una cascabel me mando a congelar mis movimientos, pensé que en el lugar había una culebra y lo dije en voz alta. En ese instante una estudiante grito y se puso a llorar.

Estuve quieto tratando de sobreponerme al susto me sentía atemorizado por la cantidad de sensaciones del alucinógeno y quería concentrarme en no permitir la salida de mis demonios, como lo pedía el taita. Además mi héroe el estudiante de ingeniería a quien yo seguía con admiración, se levanto cuidadosamente y, habiendo pasado el conjunto de piernas, corrió apresuradamente al baño, dejando a su paso una línea de un liquido que necesitaba un aviso de “piso resbaloso”.

Detrás de él, siguieron otros que se sintieron animados por el sonido nauseabundo que tenía eco en la taza del inodoro. Unas estudiantes se abrazaron, rieron y confesaron el amor que sentían por un tipo que no valía la pena.
El chaman acompañó a algunos de los afectados diciéndoles que lo sucedido en el baño era una forma de expulsar los fantasmas, los demonios que los estaban atormentando, que el Yagé no solo limpiaba las almas presentes, si no que limpiaría el apartamento dado que Yeiny necesitaba deshacerse de las malas energías que el mismo don Jesús había percibido horas antes en el lugar;
Precisamente, cuando regreso mi héroe de ingeniería escuche que el muchacho estaba seguro de haber vomitado un sapo.
Habían pasado mas de cuarenta minutos y quería seguir controlándome , pero fue inútil, puesto que en el mismo sitio recostado sobre el hombro de mi Yeiny, me vine en bocaradas; luego ella se levanto mostrando el asco que le producía aquella sustancia viscosa, mágicamente me repuse de la pena, porque ella me contemplo diciendo “ No ha pasado nada no te preocupes “ fue un accidente ya lo recojo, me levanté del piso y entendí que la mascara y los sonidos que me atemorizaron se debían ala impostura de la ayudante chamánica que se paseaba por la sala .
Entendí, también que el ritual hace parte de una religión donde la toma del yagé es similar a comer la hostia para los católicos, sin embargo hay una gran diferencia en los efectos puesto que ese liquido espeso resulto en mi primera y ultima experiencia, como un desagradable purgante. Me había advertido que mi vida cambiaría pero si lo hizo no lo he notado. Solo me quedan los recuerdos de escuchar a los estudiantes en el baño, la desilusión de un héroe y las risas de las chicas que amaban alguien en común. Al final, el gesto complaciente de Yeiny me hizo pensar que ella me quería a pesar de mi desgracia en su alfombra.

Por un momento sentí que me amaba, que no había perdido los 50.000 pesos pero no era cierto. No he sabido mucho de ella desde ese día que nos despedimos en la puerta de su apartamento y en la universidad , lastimosamente ni me dirige la palabra .















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